sábado, 29 de diciembre de 2012

Una de romanos y griegos (Remastered)


Un romano y un griego suben a dos estrados encarados. Bajo ellos, sus convecinos los miran atónitos mientras se disponen a enfrentarse a duelo por señas. Los griegos, doctos en filosofía, eligen a uno de sus pensadores más inteligentes para la disputa con los romanos, que escogen a un villano, previamente lavado y aseado, vestido con las mejores galas, para plantarle cara al filósofo y, así, poder ser adoctrinados por la ciencia griega.

El griego ya está en posición y, tras unos segundos de cortesía que el romano no ha utilizado para comenzar él el debate, estira su mano, levantando el dedo índice en posición paralela a su túnica. Su primer ataque ha tenido lugar y baja el brazo esperando la contestación romana.

No tarda el romano en contestarle: estira su brazo derecho, dejándolo en perpendicular a su cuerpo y estira no uno, sino el índice y los dos dedos más cercanos, el pulgar y el corazón.

El griego, gran pensador elegido de entre pensadores, contesta abriendo la palma de su mano derecha hacia su oponente, estirando sus dedos al máximo y con fuerza.

El ignorante villano romano no duda en su respuesta, tan inmediata como contundente: alza el brazo y cierra su mano, ofreciéndole a los griegos su puño en alto. Al verlo, el filósofo no encuentra una respuesta y decide darse por vencido.

Al llegar al último escalón, un compatriota le pregunta “¿Qué ha pasado?¿Qué te ha dicho?”

“He quedado admirado por la inteligencia de ese romano. Yo le he dicho que hay un solo Dios y él me ha contestado que se divide en tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Después le enseñé la palma de mi mano para decirle que ese Dios puede hacer su voluntad y él me contestó que es a su voluntad que creó el mundo en el que vivimos. No he sabido qué contestarle a eso y sí, se merecen que les enseñemos nuestra ciencia.”

Los romanos, extrañados por lo que había pasado y alegres por la derrota del griego, le preguntan a su elegido qué es lo que se habían dicho y éste, sin cautela ni medida les dice:

“El griego este me ha dicho que me iba a hacer un Mourinho y yo le he dicho que le cogería la cabeza como una bola de bolos, metiéndole los dedos en los ojos y la boca. Se ha cabreado tanto por lo que le he dicho que me quería dar un guantazo y le he respondido que si así lo hacía, le soltaría un puñetazo… y ahí ha acabado. Ya está, se ha acojonado… o algo.”

Y es que a modo de ver del Arcipreste de Hita, o Juan Ruiz, cada uno elige su pensamiento según los signos que se le revelan. Un “que cada uno entienda a su manera” al inicio de su Libro del Buen Amor.

Ya se contaban chistes en el siglo XIV y, además, los utilizaban como moraleja para empezar una de las mayores obras de la literatura española a modo de advertencia a los lectores y lo que podían entender de y en ella.

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