lunes, 10 de febrero de 2014

"Two ways on the same road" (Guillén y Salinas)

Perfección - Jorge Guillén.

Poema del poeta vallisoletano incluido en la llamada Generación del 27. Mientras que su nacimiento, en 1893, lo acerca a Pedro Salinas, con el que compartió múltiples intereses y, entre otros, su Vocación –valga la redundancia, pues ambos rotularon uno de sus poemas con el mismo título con la única diferencia del La incluido en el de Guillén- por las letras, su poética lo acerca a la generación de poetas nacida en los últimos años del siglo XIX y primeros del siguiente, con los mantendría una estrecha relación y a los que ayudaría, una vez acabada su carrera, tras conocerlos en una visita a la Residencia de Estudiantes de Madrid.

En 1928 aparece por primera vez en la Revista de Occidente su colección Cántico, a cuyas cuatro ediciones fueron adhiriéndose poemas con el transcurso de los años: 75 poemas primeros, 125 en 1936 y publicados en Cruz y Raya, -y ya en el exilio-270 en la edición mexicana de 1945, y 334 en la editada por la Editorial Sudamericana, Buenos Aires, en 1950, dividida primeramente en siete partes a las que se les añadieron dos dedicatorias a forma de prólogo y epílogo. Una distribución que sufriría diversas modificaciones hasta la última de las ediciones (i.e la inclusión de poemas como el que nos concierne y Las doce en el reloj en 1936), motivo por el cual puede suponerse que Guillén pasó más de veinte años –a los que se les suma la producción previa a la publicación- trabajando en su colección poética.

                                                            perfección
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cénit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.

Fotografía: relatosdeunacamara.blogspot.com.es
            Gómez Yebra apunta que el mediodía, momento en el que el Sol reposa paralelo a la Tierra, en el centro del cielo, inspira la perfección para Jorge Guillén. Havard, al que Gómez Yebra alude en su Introducción para la mejor comprensión del poeta, amplia este breve apunte con una explicación centrada en la relación de los poemas Las doce en el reloj y Perfección con el concepto de claridad de Ortega y, tan solo en el que centra la atención de este comentario, con la “culmination of conceptual structuring”, la dimensión de profundidad de filósofo perspectivista inferida en las formas circulares del “curvo firmamento”, el “redondeamiento / del esplendor”, la “cúpula”, “el Sol” y el “planeta”, y las bases de la “circumstantial plenitude” a la que llega el observador en el momento de quietud en el que se detiene a admirar la perfección de un entorno que completa la del poeta (Havard 1986:48-49-50).

La metafísica inferida en el poema deja al lector la posibilidad de encontrar su propia visión sobre el poema, en el que una lectura superficial puede dibujar una imagen idílica e idealizada de la simple observación de una rosa en un día soleado. Deteniéndose –de nuevo otra redundancia- a profundizar en la clave del poema, es en la rosa donde se descubre el sujeto del conjunto, siendo la progresiva causa de la detención, la observación, la admiración y consecución de la perfección del paisaje que se transmite a través del objeto (planta-flor) que no deja de ser. La situación del Sol “en [su] cénit”, del que las plantas, y la rosa, como tal, ansían tocar al ir creciendo, ayuda a enfocar la imagen en un punto fijo. Una imaginaria fotografía nítida en la imagen del lector en el que Sol y rosa se convierten en uno solo del que la perfecta belleza convierte en perfecta la existencia de yo poético.

En referencia a los formalismos que en Perfección pueden encontrarse, si se procede a un análisis de elementos menores a mayores, descubriremos, en primer lugar, la métrica de la versificación junto a su rima, el esquema estrófico que conforman los diez versos, el tipo de copla a la que pertenecen y una serie de consideraciones a tener en cuenta. Así, los versos están formados por un metro octosílabico de rima consonante. Los diez versos de arte menor siguen un esquema de cinco rimas distintas, ababccdeed, separable en dos grupos estróficos formando una redondilla cruzada en los cuatro primeros versos (abab), seguido de una sextilla (ccdeed). De esta manera puede concluirse que Perfección es una construcción poética en forma de una décima antigua, tal y como reza en el Diccionario de métrica española. No es de extrañar el uso de la décima en la poesía de Jorge Guillén, pues era un gran admirador de las métricas tradicionales, pese a estar, en su época, en desuso por la producción del verso libre, desestancado (vid. Pedraza 410). Por ello, puede encontrarse en su poesía una multitud de variantes respecto a las combinaciones estróficas dominadas con gran maestría como, en este caso, la décima antigua de versos octosílabos de la que hace gala en Perfección.

Por tanto, la elección del poema creemos fue la acertada, ya que contiene, más allá del alcance de la perfección del yo poético a través de la observación detenida de un objeto determinado en relación con su entorno, del que ese mismo yo forma parte, una parte de esos recursos formales de tradición lírica culta como lo es la producción de coplas de una métrica octosilábica de rima consonántica; de un esquema que la define como la décima antigua a la que hechos hecho alusión; de un gusto compartido –pese a que también podamos encontrar ejemplos de una versificación no tan estancada- con Jorge Guillén.
           
Vocación – Pedro Salinas.
Fotografía: losojosdehipatia.com.es
Natural de la capital española en 1891 y licenciado en derecho y filosofía, Pedro Salinas dedicó su vida a la enseñanza en las universidades de La Sorbona (París), en la Universidad de Sevilla, donde obtuvo la cátedra de literatura, en Cambridge como visitante en los dos años anteriores a la publicación de “Presagios”, o en la Wellesley College of Massachussets, entre otras, durante el exilio a Estados Unidos y del que no volvería a España, pues el cáncer acabó con su vida estando en Boston en 1951. De una producción poética tardía pero abundante durante la década de los años veinte y treinta, pues su primer libro, ya citado, vio la luz en 1924 y publicaría Seguro azar, en 1929, y Fábula y Signo dos años después, se extrae Vocación del segundo de ellos para su análisis.

Salinas ha sido apodado como el poeta del amor del 27 por su producción poética amorosa. Sin embargo, el poema escogido pertenece a su etapa anterior, la temprana, y de la que se destacó por su preocupación tanto por el tiempo como por el género poético atendiendo a su interés por la poesía pura, la cual dominará, en gran medida, por el uso de un lenguaje natural en la que es, en la primera de las tres etapas en las que se divide su poética, su consagración como observador de la realidad desde la intimidad de su pensamiento, otorgando así un valor y sentido humano a los objetos que observa y representa con un apego por el mundo que le rodea aparentemente intrascendente. La importancia de sus versos, no obstante, reside en el afecto subyacente tras las apariencias con un método de observación, reflexión, interpretación y versificación humanizada que Jorge Guillén apuntó en su prólogo al conjunto de las tres primeras obras del poeta en Poesías completas, en el que, además, aludió a ese “mundo tembloroso, incompleto” por el que Salinas se inclinaba para humanizar esa realidad espiritualizada por el azar desde su propia perspectiva. (Prólogo de Jorge Guillén. Díez de Revenga 1991: 75)

Muy importante es, sin duda, la figura de su gran amigo Guillén, parte también de la Generación del 27, al que parece dirigir la redacción de este poema por las diferencias en el modus operandi a la hora de versar la observación de los objetos y la perspectiva de la realidad y la manera de elaborar sus poemas. Prueba de las diferencias destacadas entrambos es la cita que Guillén anuncia en su Prólogo a Poesías completas que resume el concepto de que “ni la rosa natural ni la artificial [inspira(n) confianza al poeta]: las dos son reales”. Con ello, quiere demostrar la capacidad de observar, interpretar y representar igualmente válidas, aunque distintas, de Guillén y Salinas.

La validez de la hipótesis presentada referente al contraste de perspectivas entre autores y amigos se encuentra, profundizando en el análisis del Vocación, desde el primero de los versos en que se dividen, en la edición de Espasa Calpe, la primera y la tercera estrofa, de una envergadura mayor que las pares. Contrastan, así, “Abrir los ojos. Y ver” y “Cerrar los ojos y ver”. Una estructura paralelística en la que Salinas enmarca la visión de la realidad por parte de Jorge Guillén y la suya propia. La del vallisoletano, caracterizada por la observación in situ de una escena representada por “Secretas medidas [que] rigen” sus primeros poemas “Mira[ndo], / y nada más que mira[ndo] / la belleza rematada / que ya no [le] necesita”. Es decir, un empleo de la observación de un “mundo […] completo” teñido por la claridad de “la luz clara del día” de forma sobradamente fiel. La suya, centrada, sin embargo, en ese “mundo sin acabar”, “sin  luz, sin gracia, sin orden” que le llama, “necesitado”, para que “[…] cualquiera / [le] ponga lo que falta / que le dé la perfección”. Un mundo en el que el yo poético, atribuido a sí por sí, escoge “el otro [camino], cerrar los ojos y completar el “será o […]  no será” de un mundo “de masas torpes, planos sordos”.

Formalmente, además de contrastar respecto a su visión como se puede apreciar, ambos diferían en el uso de una métrica tradicional, como puede verse en Perfección, a la que se hace alusión en el poema, y poema, a la vez, de Jorge Guillén, versado con una décima antigua.

Guillén, por su parte, utilizó métricas tradicionales, mientras Salinas optaba por la libertad del verso, aunque de su base fluyera de fuentes anteriores de las que, con gran predilección, escogería los versos cortos, heptasílabos u octosílabos en sus primeras producciones prescindiendo de la rima compacta, sin eludir la asonancia en ellos. El verso predominante en Vocación es el heptasílabo, pero la amplitud de la libertad de versificación hace que puedan fluctuar hacia los octosílabos o, incluso, algún verso de nueve sílabas, además de los dos tetrasílabos de los versos finales del poema, que le dan, además de la pausa necesaria para el énfasis en la manera de versar de Salinas, una musicalidad característica que rasga la similitud a la lenta llegada del sueño, de donde el poeta extrae las “piezas” del incompleto mundo al que hace referencia.


En definitiva, nos encontramos ante un poema del que, a modo de anécdota, encontramos tres versiones en las que aparecían todos los versos unidos en una isma estrofa; separados en dos, diferenciando entre el “Abrir” y el “Cerrar” de los ojos de los dos poetas; y en cuatro estrofas de diversa longitud en tres de las publicaciones consultadas para el comentario, y que consideramos clave en la producción de Pedro Salinas no por el profundo contenido –por el que no destacó precisamente en sus obras primerizas- o por la compleja simbología que pudiera verse en las construcciones de sus colegas poetas coetáneos estudiados, sino por la capacidad de evocar sin la métrica fija a la que estamos (mal)acostumbrados, sino fluctuante y, sin embargo, sin dejar de lado la asonancia en sus rimas, aunque sin una versificación establecida, libre, además de la admiración –subjetiva y saliniana- por la posibilidad de llegar a la perfección tanto por los medios que utilizaba Jorge Guillén y la suya propia aceptando sin devaluar la variedad y diferencia estilística entre ambos para llegar a un mismo fin, el arte en la poesía.

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